miércoles, 21 de enero de 2009

Jazz

La cosa va así. Están los perdedores, que vuelven con sus chicas sonriendo como si no pasara nada, los ganadores, que se quedan apoyados en la mesa con su vaso en la mano y viendo a las chicas bailar, y los retadores, con un euro en la mano que ponen sobre la mesa de madera de manera ruidosa. 

Y el planeta entero da un giro de 360 grados. La bola toca la madera. Da igual de donde seas, Granada, Galicia... si retienes o cambias la bola de jugar a jugador, si pasas la bola hacia la delantera o cambias de sitio. La partida ha comenzado y en la calle dicta la actitud, no la norma.

El juego refleja la naturaleza del país. Se miran en silencio. Están juntos pero sin estarlo. Se animan entre los del mismo equipo pero a media voz, respetando. Si marcas un gol desde la defensa miras al portero contrario o levantas a medias una mano. Lo siento. Pura caballerosidad con la chabacanería histórica. Golpes duros, sonrisas. Con ese toque de aceptación de los que miran la partida atentamente. Una mirada tras un gol. Una aprobación y vuelta a la partida.

El suspiro eterno de no alcanzar la bola. Se estiran, se retuercen sobre sí, materia viva unida a materia inerte. No importa que le falten cabezas mientras tengan piernas. Clap, clin, clin, clin, clap, clin. Pura melodía. Jazz.

Los mejores se ponen atrás. Se secan las manos en los pantalones. Aprietan los labios. Como todo el la vida, quien aprieta los labios ve las cosas desde otra óptica. Ganador. 

Aceptación. Acogida de una mujer con disparos leves. Todo lo mejor de un deporte y todo lo mejor de la calle en una mesa de madera.

La velocidad depende de quien juegue. Magos de unas varas de metal que con medio giro hacen desaparecer la bola. Todo magia. Para que luego el contrario la haga aparecer de debajo de la mesa. ¡Tachán!. 

Como todo, el más rápido, el más capaz, gana. El que se hace respetar triunfa. Giros. Materiales básicos. Jazz, pura improvisación en una esquina oscura de un bar. Y volver a empezar.

Los perdedores, que vuelven con sus chicas sonriendo como si no pasara nada, los ganadores, que se quedan apoyados en la mesa con su vaso en la mano y viendo a las chicas bailar, y los retadores, con un euro en la mano que ponen sobre la mesa de madera de manera ruidosa. 

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