jueves, 29 de octubre de 2009







Por cortesía de Claritura.

sábado, 24 de octubre de 2009



Tu fais partie des filles
Qui ramassent des jonquilles
J'appartiens à ce clan
Qui caresse les juments
Tu fais partie de la sorte
Qui va chez Pier Import
Et qui trouve super naze
De mettre les gens dans des cases
Tu fais partie de celles
Qu'ont déjà eu la varicelle
J'appartiens à la race
Des anciens délégués de classe
T'es dans la catégorie
De celles qui lisent Bukowski
En trouvant super naze
De mettre les gens dans des cases


Vincent Delerm.

viernes, 23 de octubre de 2009




" - Pero qué es lo que hay que hacer?
- Estar en el suelo -dice Anne-. Estar en el suelo, sobre esta arena, en medio de la brisa y con la cabeza vacía; o andar y verlo todo, o hacer cosas, hacer casas de piedra para la gente, darles coches, luz, todo lo que todo el mundo pueda tener, para que ellos puedan no hacer nada también y permanecer en la arena, al sol, y tener la cabeza vacía, y hacer el amor a las mujeres. "

El otoño en Pekín.

lunes, 19 de octubre de 2009

Nívolas o la proliferación de algas

Si Humbert Humbert levantara la cabeza quedaría petrificado... acto seguido sería encarcelado por pederastia al más puro estilo Roman Polanski. Lo mismo le daba, total, un ochenta por ciento de la población desconoce su existencia... Chinaski en cambio es otro cantar. Todo intelectual enfundado en pantalones pitillo que se vanaglorie de serlo le ha nombrado alguna vez en alguna reunión regada de vino tinto y entre bocado y bocado de sushi (Charles, querido, qué esperabas, lo pusiste facilísimo, quédate con el consuelo de que las algas son un alimento repugnante que ninguno de ellos repudiará en público por temor a la muerte social-culinario-alternativa). Lo que desconocen esos Henrys de tres al cuarto es que, si fueran Augustos Pérez, Don Miguel habría dejado que se suicidasen sin temblarle la mano ni un mísero ápice.



"... Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre latia en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guñapos y ruinas de la Historia."

(Farenheit 451).