jueves, 18 de febrero de 2010

la bonne merde




Esta es la suerte que os retransmito para vuestros exámenes.

:)

jueves, 4 de febrero de 2010

Schiele y Panero. Sexe et sang et poétique

 
Schiele

Lloro frente a una vagina que escupe sangre infecciosa, que escupe vino a raudales. No hay por qué preocuparse, ni llamar todavía a la policía, Pedro Mata es tan sólo un vino. Aún así, Pedro Mata es como si me hubiera dado una hostia de la que fuera imposible toda recuperación. Al fin y al cabo, me he pasado la vida tragando hostias, dirigiendo palizas, porque debo ser el viento, debo ser el pedo en la sombra, debo ser nada frente a mi semejante, debo ser un excremento lamido por el culo de un perro, debo ser el culo de un perro contra el mundo. Debo estar solo en el suelo, pisoteado por los dedos de un hombre, aquel que me pide los billetes que no le doy por haberme dado por culo. Debo estar solo en la sombra, debo ser sólo una servilleta doblada por la mitad entre los dedos de un hombre, sirviente que está frente a mí al que llamo camarero o chapero: aquel que se frota contra mi ano y goza, o dice que goza, porque me da lo mismo. No sé lo que soy, pero es como si fuera un excremento sollozando frente a las rocas, y es como si fuera Edgar Allan Poe sollozando en el retrete, escribiendo perfectamente en el retrete acerca de las ratas y los hombres, acerca de esa miseria cruel a la que llaman Hombre, acerca del hombre miserable entre los dedos de un excremento que es empleado a título de brújula: intentando averiguar dónde estuvo el Hombre. Sólo soy la nada, presten atención, la nada que se va a llorar al recodo más apartado del camino, lugar más cruel que la desdicha, más cruel que el Hombre para el Hombre, donde estuvo el ser humano vestido de su faceta más sincera: agresor, solamente agresor.


Leopoldo María Panero
Papá, dame la mano que tengo miedo 
 

martes, 2 de febrero de 2010

Trazas de sangre

La mezcla de sudor, saliva y fluidos con trazas de sangre es agradable a cualquier paladar. El erotismo de unas medias se convierte en lujuria en cuestión de segundos cuando un dedo roza la puntilla donde acaban, lujuria que nos hace iguales, por décimas de segundos, a todos los seres humanos. Cualquier actividad sexual, sin necesidad de llegar a la penetración, activa en nuestro cerebro la formación de deseos que la mayoría de las veces no formulamos. Y esas actividades sexuales, claro está, dependen de las pupilas, aunque la dilatación siempre surge cuando se ilumina a trasluz el surco de una lengua desde el ombligo al hueso de la cadera, o ese contacto inesperado de su mano derecha en el borde de tus bragas en medio de una multitud de gente.

El sexo tiene olor, todos los sentimos, y fomenta el seguir produciéndolo. Huele a opaco y semen, a sudoración limpia y flujo vaginal. Es un momento de coordinación pura para moverse, para sentir y provocar sentimiento. Cuando comienzas a sentir los latidos de tu corazón en la parte baja del útero no puedes pensar en nada más, es algo indescriptible que sólo percibe el provocador con una sincronización de las citadas y dilatadas pupilas en el momento preciso. Se podrían llenar tantas páginas sobre sexo que lo banalizariamos, es mejor tenerlo.