martes, 2 de febrero de 2010

Trazas de sangre

La mezcla de sudor, saliva y fluidos con trazas de sangre es agradable a cualquier paladar. El erotismo de unas medias se convierte en lujuria en cuestión de segundos cuando un dedo roza la puntilla donde acaban, lujuria que nos hace iguales, por décimas de segundos, a todos los seres humanos. Cualquier actividad sexual, sin necesidad de llegar a la penetración, activa en nuestro cerebro la formación de deseos que la mayoría de las veces no formulamos. Y esas actividades sexuales, claro está, dependen de las pupilas, aunque la dilatación siempre surge cuando se ilumina a trasluz el surco de una lengua desde el ombligo al hueso de la cadera, o ese contacto inesperado de su mano derecha en el borde de tus bragas en medio de una multitud de gente.

El sexo tiene olor, todos los sentimos, y fomenta el seguir produciéndolo. Huele a opaco y semen, a sudoración limpia y flujo vaginal. Es un momento de coordinación pura para moverse, para sentir y provocar sentimiento. Cuando comienzas a sentir los latidos de tu corazón en la parte baja del útero no puedes pensar en nada más, es algo indescriptible que sólo percibe el provocador con una sincronización de las citadas y dilatadas pupilas en el momento preciso. Se podrían llenar tantas páginas sobre sexo que lo banalizariamos, es mejor tenerlo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Por Dios. Bravo. BRAVO.

Athanasius Pernath dijo...

Mmmmmm....bendita sinapsis...
expedición punitiva ya!!!
por favor...

Holly Golightly dijo...

Te espero con cuchillos y pistolas...

Hannah Höch dijo...

Majo qué grande eres. Me has dejao helá. escribe, escribe, dios mio, ya no puedes parar!