La sensación de que todo funciona según lo
previsto puede provocar la supremacía de la felicidad en la mayor parte de las
personas. Pero hay un sector que aún resiste al invasor y, en ellos, esa
sapiencia evoca angustia, angustia que se incrementa al saber que no hay
motivos para tenerla. Porque todo va bien. Y, mientras las sábanas se enrollan en
sus piernas, son concientes de la paranoia de su cerebro al imaginar cómo podría
desmoronarse cada pilar que sostiene su inexorable existencia. La forma de
protegerse ante ese absurdo siempre es centrando las ideas en convencerse de
que lo bueno no siempre lo es, y que la felicidad es fingida, o que la propia
felicidad es la paranoia. Y así hasta que el agotamiento cierra sus párpados. Probablemente
sólo dure una noche, y la espiral no continúe hasta una nueva temporada de subida
endorfinas. Porque todo va bien, de momento.
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