aquí nos encontramos los dos,
tu atado a una valla y yo a mi voluntad.
Somos iguales hermano,
mismo pellejo, mismo aliento,
tu mirada y la mía casi iguales, casi iguales hermano.
Si pudiera me lamería la polla,
mordería mi carne
como lo haces tú.
Los dos miramos dentro del bar,
tu buscando a tu dueño y yo
buscando algo de fé.
Es una amalgama de esperma,
de costumbres, de pasado, de lágrimas
y saliva esto de sentir.
Y no llores que saldrá,
enseña los dientes casi iguales que los míos
pero con más nobleza y menos sangre.
Y seguirán taladrando el asfalto
que en definitiva es un instrumento más
de una manida melodía urbana.
Harán regurgitar en la calle
el aliento añejo
de las aguas negras y los sueños que no se digirieron.
Noventa por cierto de sueños que no se digirieron
junto con condones, tampax
y papel suave de celulosa.
No llores, porque somos iguales hermano.
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